*Nº0844 - PESCADO FRITO - SÉRIE: ESPANHOL

 



Muy cerca del Portal de Iniciación, Pedro tenía un gato llamado Peixe-Frito. Este felino corría de un lado a otro, tras el viento, las nubes, la arena, los tralhotos y la marea. Peixe-Frito conocía bien al oso Esbório, otro habitante curioso de la región. ¡Qué gato travieso! En los momentos de descanso, Peixe-Frito dormía bajo la hamaca de Pedro. Por la mañana, él se dirigía al vientre de Pedro, pidiendo pan. Durante las grandes tormentas, Peixe-Frito permanecía en silencio, mirando su muñeco de trapo siempre empapado. Pedro también permanecía en silencio. En el fondo, ambos tenían mucho miedo a los relámpagos. Y allá en el mar, entre las rocas, en Algodoal y en Mayandeua, todo se volvía más intenso en los meses de invierno. Pedro y Peixe-Frito, sueltos en el flanco de las dunas de las playas, en los manglares y las mareas, vivían en libertad, sueltos en el tiempo de las islas. Hijos naturales del viento, un hombre y un gato, ambos necesitaban del tiempo, del viento y de la sal. Compañeros de las dunas, del mar y de la vida, amigos inseparables, seres del viento.

Las aventuras de Peixe-Frito comenzaban temprano, cuando el sol aún estaba despuntando en el horizonte. Corría por las playas desiertas, persiguiendo el rastro de las aves marinas y olfateando los restos dejados por la marea. Pedro, con su sombrero de paja y pies descalzos, lo seguía, apreciando la belleza salvaje de Mayandeua. Con cada nuevo descubrimiento, una sonrisa aparecía en su rostro, reflejando la simplicidad y felicidad de vivir en armonía con la naturaleza. Pedro observaba con admiración a ese gato, sintiéndose orgulloso de su fiel amigo. Juntos, exploraban cada rincón de la isla, desentrañando sus secretos e historias.

En las noches de luna llena, Pedro y Peixe-Frito se sentaban a la orilla de la playa, mirando el cielo estrellado. La luz de la luna se reflejaba en las aguas, creando un espectáculo deslumbrante. Era en esos momentos que Pedro se sentía más conectado con el universo, como si la propia isla susurrara sus misterios en sus oídos. Peixe-Frito, a su lado, parecía compartir la misma contemplación silenciosa, sus ojos brillando con la luz de la luna. Durante los días de tormenta, la isla se transformaba. Los fuertes vientos y la lluvia torrencial traían un nuevo ritmo a la vida de Pedro y Peixe-Frito. Se refugiaban en su cabaña, escuchando el sonido de la lluvia golpeando los tejados y el rugido de los truenos. Peixe-Frito, siempre al lado de Pedro, mantenía su mirada atenta, como si pudiera proteger a su dueño de cualquier peligro que se acercara. Y Pedro, a cambio, le ofrecía consuelo y seguridad, susurrando palabras de cariño y coraje.

En las mañanas siguientes a las tormentas, la isla parecía renacer. Pedro y Peixe-Frito salían a explorar los cambios traídos por el viento y el agua. Encontraban nuevos tesoros en la arena, conchas, piedras y pequeños animales marinos que habían sido dejados por la marea. Cada descubrimiento era un regalo, una prueba de la eterna renovación de la naturaleza. La vida en Mayandeua era simple, pero llena de significado. Pedro y Peixe-Frito vivían en un ciclo de descubrimientos y aventuras, aprendiendo cada día más sobre la belleza y la fragilidad del mundo que los rodeaba. Eran verdaderamente

hijos del viento y del mar, viviendo en perfecta armonía con la naturaleza. Y así, en el tiempo de las islas, continuaban su jornada, dos amigos inseparables, compartiendo la magia y los misterios de Mayandeua y Algodoal.

- Dicen que Peixe-Frito es Encantado.


FIM

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Projeto Literário e Musical Primolius Nº 0844


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